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Consciencia del presente

Es importante mantenerse en la consciencia del presente. Es tu único momento auténtico de vida, pero se diría que nunca es lo bastante atractivo para ti: tu mente enseguida escapa de esa duración verdadera hacia otras zonas temporales fantaseadas.

A veces son recuerdos antiguos atraídos proustianamente por un cartel o por el color de unos cabellos. Otras veces son más bien rememoraciones obsesivas de alguna escena ocurrida en el trabajo, con la pareja… Si, como suele ocurrir, la escena revivida te causó algún daño -a tu bolsillo o a tu ego-, te regodeas en reproducir y excitar sin descanso esos malos sentimientos. En otras ocasiones intentas modificar la escena, haciendo y diciendo ahora lo que no pudiste en su momento. Tomas la palabra en tu mundo mental para cantarle las cuarenta al agresor, variando el signo de esa escena en la que saliste derrotado. Hay veces en que, llevado por la pasión, te sorprendes gesticulando y hablando solo por la calle, hasta que la mirada de algún viandante te devuelve avergonzado al presente.

Pensar en asuntos futuros puede estar bien, ya que el ser humano tiene la capacidad de prever situaciones, planificar, proyectar las acciones que luego se llevarán a la práctica. Pero en su escapatoria del momento presente, tu mente va mucho más allá de la planificación de las acciones. Lo que haces en realidad es fantasear incansablemente con tus deseos ya realizados, con tus proyectos ya cumplidos. Te ves a ti mismo cosechando todos los triunfos imaginables: éxito profesional, económico, sexual… Aquellos asuntos en los que menos te esfuerzas en la práctica, suelen ser los que más milagrosamente se resuelven en tu imaginación. En ese pequeño cine mental lo consigues todo sin esfuerzo, o con un esfuerzo magníficamente recompensado y aplaudido.

Cuántas veces has llegado a tu destino, tras un recorrido a pié por la ciudad, y no recordabas absolutamente nada del trayecto… Tu mente se marcha a arreglar los asuntos que fueron mal en el pasado o a cumplir por anticipado tus ilusiones futuras, dejando a tu cuerpo desplazarse en piloto automático. Y así tu vida presente se escapa dulcemente, inadvertida entre las obligaciones externas que cumplimos como autómatas, y desatendida por una mente que prefiere la vida fantaseada a la real.

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