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El truco y la Grande Bellezza (Recortes 04.17)

Espectador

Contemplación (Madrid, 2006)

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La gran belleza. Después de leer algunas cosas muy rebuscadas y/o muy tontas sobre La grande bellezza, me quedo con este texto de Nicolás Melini en el que transmite una gran percepción y riqueza para los detalles y conexiones. Según su interpretación, la belleza que hay que buscar (o construir, diría yo), no es aquella de lo ideal y lo sublime: «La verdad artística se encontraría a través de lo directo y sencillo, el secreto es que no hay secreto y, por tanto, Jep puede comenzar a escribir su novela; la literatura es un truco, lo cual nos desresponsabiliza gratamente. Solo desde el truco podemos escribir».

También muy interesante me ha parecido este video de Max Pier, en el apunta acertadamente al tema del truco, de la construcción de la belleza o del sentido; pero además hace interesantes consideraciones sobre la naturaleza misma de la narración, al hilo de unas ideas de Kurt Vonnegut:

 

Lo malo de buscar, perseguir o añorar algún absoluto (la grande bellezza o la grande verdad o el grande sentido…) es que 45 años después puede uno descubrir que nada de eso existe…

Es el caso de Jep Gambardella, el protagonista de la película.

Una vez desechada esa (inexistente) absoluta grande bellezza, estamos en el terreno de la creación, de la elaboración; es decir, del ‘truco’. Es la belleza terrenal y trabajada que se encuentra en la galería de arte; unas veces plenamente lograda y otras más bien fallida o falsificada.

Como fallidas y falsificadas vemos en la película muchas vidas (la vida es también un truco, el principal), girando en el ‘vórtice de la mundanidad’ donde todo lo auténtico está sepultado bajo la ‘charlatanería y el rumor, el bla, bla, bla’. Otras veces, como en el caso de la Santa, hay preservado a pesar de los pesares un sentir o un vivir genuino.

¿Y la experiencia de belleza y emoción sublime que vivió Jep aquella noche de su juventud, en el faro? La parte sublime la añadió más bien su propia emoción ingenua, el idealismo inmaculado de la juventud. Y hacia esa inocencia no hay camino de retorno. De ese joven que fue, de su inútil ansia de lo inefable, tendrá que despedirse Jep antes de poder al fin decir: “Que comience esta novela”.

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Como un psicópata. Después de elegir el nombre para un personaje (digamos Rosana Escobar, pero no es ese el nombre), se le ocurre buscar en internet ese mismo nombre, y resulta que hay varias Rosanas Escobar con perfil en las diversas redes sociales; así que tiene que cribar por edad, por ubicación…, hasta quedarse solo con algunas Rosanas adecuadas (si bien una de ellas es su favorita). Repasa la vida de esas personas reales buscando los trazos que ha imaginado para el personaje. Descubre que hay rasgos reales: hijos, melenas, cenas familiares, sonrisas…; que coinciden con los imaginados. En otros aspectos la realidad complementa y enriquece a lo ficticio. Entonces se sumerge en esas otras vidas, se apropia de ellas como un psicópata, bucea en comentarios, copia frases y expresiones, imprime fotos y las escruta con placeres de voyeur; se fija en los cuerpos, describe el vestuario y los gestos, investiga celebraciones, cumpleaños, opiniones, halagos y bromas de los amigos… A ratos se siente como un personaje de ‘Mentes criminales’, pero no por ello siente culpa sino el cosquilleo de un Dr. Frankenstein trayendo a la vida un nuevo ser a base de retazos de sentimiento, exclamaciones y emoticonos, fotos playeras, datos modificados, maquillaje o posturas de un cuerpo, ilusiones ingenuamente expresadas… Después de esta operación quizá demasiado absorbente, está ya preparado para incluir al nuevo personaje en su ficción.

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Dicho por Epicteto hacia el año 100 de nuestra era: «…sobre todo, abstengámonos de las conversaciones triviales y comunes, cuales son los combates de gladiadores, las carreras de caballos, los hechos de los atletas, de la comida o de la bebida y de los vestidos: temas todos obligados entre los hombres vulgares. Y menos aún hemos de hablar de los hombres, ora para denigrarlos o ensalzarlos, ya para establecer comparaciones entre ellos.»

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Cada mañana vivimos
el futuro
de todos los ayeres
perdidos
soñando en el mañana

(14-4-16)

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